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El Software de la Vida

En tiempos de la Antigua Grecia, Hipócrates, el padre de la medicina moderna, intentaba aliviar el dolor de cabeza con un preparado de cristales de sal que elaboraba con la corteza de sauce pero producía efectos secundarios como irritación de estómago o hemorroides. En plena burbuja de la QUIMICA en el siglo XIX el farmacéutico francés Henri Leroux extrajo la salicinina y, unos años más tarde, el químico Charles Fréderic sintetizó el ácido acetilsalicílico.

Obviamente, la medalla comercial se la llevaría la empresa Bayer que comenzó su producción a gran escala gracias a la idea de su trabajador Felix Hoffmann. Sin embargo, la aspirina en polvo se reinventó y pasó a ser en tableta en plena Primera Guerra Mundial mitigando el dolor, siendo efectiva contra enfermedades reumáticas e inflamaciones e incluso curaba dolencias no médicas como la resaca.

En la Gran Guerra, la marca Bayer pasó a ser de dominio público según se acordó en el Tratado de Versalles con lo que los aliados se quedaron con la patente de la aspirina como «botín de guerra«. Por suerte para TODOS, dos años más tarde, sería proclama PROPIEDAD DE LA HUMANIDAD, con lo que cualquiera que quisiera podía fabricarla sin tener que pagar derechos.

En la Gran Guerra sanitaria del siglo XXI que estamos padeciendo, las vacunas son la panacea prometida que haga regresar la vida a un futuro más «normal» pero ahora las farmacéuticas ya no son como la Bayer, que era una empresa de tintes. Gracias a un cúmulo de casualidades e investigaciones administraron acetanilina a unos enfermos de infecciones parasitarias, en lugar de naftaleno, y consiguieron el gran elixir en polvo.

Ahora el contexto es desigual. Las empresas de biotecnología, creadoras de la pócima mágica, llevan sembrando en innovación más de una década invirtiendo cientos de millones (no es casual que Moderna sea una startup nacida en el 2010 o Biotench sea del 2008, momento cumbre de la crisis financiera). Estas startups fueron impulsadas por grupos multiculturales de científicos, investigadores y emprendedores «ya cuarentones» y bogados en el arduo trabajo de poner la tecnología al servicio del ser humano.

Por lo desigual, lo difícil en este cuadro surrealista será que la ONU, la OMS o los organismos reguladores hagan llegar la vacuna multitudinaria al mínimo coste y, en paralelo, garanticen el retorno de la disrupción de estas compañías multimillonarias. Si todos estamos de acuerdo en que la única salida es la colaboración, como lo han hecho varias biotech con Big Pharma para potenciar la fabricación y ese es el camino, forjemos un acuerdo global que asegure el acceso rápido y universal a vacunas de calidad garantizada, en los que la necesidad se priorice por encima de la capacidad de pago.

La Salud, a nivel ético, altruista y de preservación, es un derecho fundamental de todo el ser humano y, sino puede ser patrimonio de la Humanidad como la Aspirina, por lo menos hay que conseguir que el egoísmo de que los no vacunados no contagien al resto consiga una vacuna universal libre de patentes y que se distribuya equitativamente a todas las personas.

No podemos permitirnos, como gobernantes de nuestro destino, que los monopolios, los devenires del mercado o el nacionalismo miope se interpongan en ese camino. No podemos volver a cometer los mismos errores que con el Ébola creyendo que era una infección residual y debemos fijar la vista larga para paliar futuros virus con los que ya convivimos como las mutaciones estacionales que llegan todos los años del Influenza.

La Biotecnología no es un producto, ni siquiera un servicio, sino una técnica que permite desarrollar soluciones globales para muchas otras enfermedades como el cáncer. Tiempo habrá para que Moderna pueda retornar su disrupción con los cientos de patentes del ARNm, esas que componen lo que denominan «el software de la vida«, AstraZeneca le de la parte que le corresponde a la Universidad de Oxford y a Vaccitech por el ChAdOx1 y gigantes como GlaxoSmithKline, Merck, Pfizer o Sanofi vuelvan a poner grandes números en sus cuentas de resultados (diez años no es nada).

En tiempos de pandemia no debe haber licencias exclusivas ni asignaturas pendientes. Es el Momento en el que la Humanidad obtenga por fin la Licenciatura de la CONFIANZA en la Ciencia, la Tecnología y la Medicina, ahora que las necesitamos más que nunca.

Para dirigir personascamina detrás de ellas.

Lao Tsu, Lao-Tsé, o Laozí. vivir en armonía con el universo

Alberto Saavedra CVO imita.es Chief Visionary Officer

blog.imita.es

 

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