Allá por 1808, los mandos españoles se dieron cuenta de que, a pesar de ser franceses, no tenían tropas suficientes para parar a Napoleón. Con el fin de defender la Madre Patria, hicieron una Ley que obligaba a los jóvenes a aprender a pegar tiros, a pelar patatas y hacer guardias. Una de esas guardias era la imaginaria, en la que los «aprendices de soldados» tenían que pasar media noche sin dormir para evitar que atacaran el cuartel.
Obviamente, se llama así porque la amenaza no es real, sólo es imaginada por los superiores. Así sucede cuando Innovamos, las mentes superiores son las que son capaces de vislumbrar el futuro, de ver más allá, de romper las «cadenas establecidas». La mejor estrategia para innovar es hacer lo contrario que en el servicio militar: si aprendemos a formar y desfilar, lo más probable es que nos vea bien el enemigo.
De un antiguo libro podemos extraer sabios consejos para administrar bien nuestra empresa. Sun Tzu escribió: “Aprovecha la falta de preparación del enemigo, haz tu camino por rutas inesperadas y atácalo donde él no haya tomado ninguna precaución”. En ese punto está la clave para una estrategia creativa, ir por rutas inesperadas.
El maestro oriental también nos enseña que lo complejo encierra costes, demora nuestros resultados y agota los recursos. Por eso, debemos optar por lo sencillo, lo que no se percibe, lo que permanece. Esas rutas que no se espera el mercado, las trazamos conociendo nuestras limitaciones para, desde la humildad, anticiparnos al entorno. Lo realmente innovador nace al imaginar lo extraordinario. Para ello sólo tenemos que «mantener el movimiento del ejército y diseñar planes inconmensurables».
Con esa premisa, en el año de las Luces, fundó Félix Tena una juguetera que, a pesar del tiovivo bursátil que han sufrido la última década, ha sabido mantener a flote un imperio en el que no se pone el sol. La clave de Imaginarium es su reinvención constante y la búsqueda compulsiva de la dicha de sus clientes, los niños. Les sorprenden en sus emociones, en sus sentimientos y fomentan su creatividad con altas dosis de dopamina.
Lo mejor es que su Innovación no es sólo tecnológica sino que va de la mano de los hábitos sociales, de las costumbres, de las rutinas familiares. Como muestra, sus pelotas que ya no son de piel, son sintéticas, y cuentan las patadas o la distancia del chute de nuestros hijos o sus sonajeros ergonómicos que, no sólo se adaptan al paladar, sino también a la manita del bebé.
Siempre, la imaginación al poder. El problema lo tenemos cuando el poder ordena crear un misil balístico «invencible», capaz de alcanzar cualquier punto de la tierra, o desplegar el mejor escudo antimisíles. Seguro que es creativo ponerle a un misil hipersónico el nombre de Kinzhal (Puñal) y podemos ponerle la etiqueta de Innovador si es capaz de portar ojivas nucleares, es impulsado por energía atómica y posee un «avanzado» drone submarino.
El ingenio lo tenemos en poderosos como Groucho, que eran capaces de entender que «inteligencia militar» son dos términos contradictorios. Un avance tecnológico no nos puede conducir a la frialdad de una situación que estaba congelada hace cincuenta años y que confronta a Rusia con el Occidente que está luchando por una sociedad más digna. Lo ingenioso es ganar a Rusia para Europa y que sea nuestro aliado.
Para trazar los planes de nuestra empresa podemos seguir a Sun-Tzu y la guerra mercantil es un camino que conduce a la seguridad o a la ruina aun a sabiendas de que, como decía John Lennon, la vida es aquello que nos va sucediendo mientras estamos ocupados en hacer otros planes.
Pero, si dejamos por un momento el vinilo del «Imagine» y salimos a la vida real, la Guerra es cuestión de vida y muerte y, por ese motivo, nunca puede ser un Arte.
«No pasa nada por sentir mariposas en tu estomago. Sólo enséñales a volar en formación.» Rob Gilbert»
Alberto Saavedra