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ARS COMBINATORIA

El pasado fin de semana tuvimos la fortuna gratuita de contemplar y visitar en familia la Exposición de Chema Madoz «Ars Combinatoria» que acoge la Hospedería Fonseca hasta el próximo 13 de Marzo en Salamanca. Fue un auténtico ejercicio, como dice Catherine L’ecuyer, de «educar en el asombro» a nuestros hijos. Es una muestra de fotografía con espíritu poético que seduce, interroga e indaga en las trampas de nuestra visión. El artista madrileño es definido por los expertos como un Escultor de objetos que se asocian, se yuxtaponen y se fusionan creando un nuevo mundo en el que nada es lo que parece.  Esto le convierte, desde mi punto de vista, en un inventor de objetos surrealistas de vuelo libre para nuestra imaginación.
Ramon_Llull_-_Ars_Magna_Fig_1Esta visita nos sirve de excusa para hablar en este foro sobre la Creatividad con la que impregnamos nuestra vida cotidiana y profesional y cómo, si creemos en lo que hacemos, podemos crear. Así lo expresaba la Comisaria de la muestra, «nuevos significados, nuevos parentescos, nuevos caminos por donde dejar vagar la imaginación». Obviamente, en el Arte hay mucha innovación pero este encuentro fortuito me asombró sobremanera, por la calidad de las obras, la curiosidad del proceso creativo y, sobre todo, por la metamorfosis que produce en los objetos como resultado de sus combinaciones.
Además, este «Ars Combinatoria» tiene mucho en común con la Metodología imita, ya que fundamentamos gran parte de nuestra creación, invención e innovación en conseguir resultados originales mediante la observación y vigilancia de nuestro entorno así como en la búsqueda de valores replicables de otras compañías. Trabajamos sin ideas prefabricadas, buscamos atajos que permitan a la pequeña y mediana empresa competir en un mundo globalizado y nuestros resultados se encuentran, en muchas ocasiones, en la encrucijada de elegir para nuestros clientes entre lo singular y lo que se desplaza del sendero común.
Pero, como es obvio, no somos pioneros en combinar lo bueno para llegar a resultados óptimos y, ya en el siglo XIII, contamos en nuestro país con uno de los primeros innovadores disruptivos (Ramón Llull) que inventó una máquina que pretendía pensar (precursora de la disciplina actual de la Inteligencia Artificial) basándose en el cálculo, la combinación y la comparación de la información. Su ambiciosa pretensión era atraer a los musulmanes y judíos a la verdad de la religión católica e ideó este arte que, a modo de juego, y mediante la agrupación de objetos y símbolos diversos, demostrara la falsedad de sus creencias.
Cuatro siglos después, el filósofo Leibniz, también estaba convencido de que el pensamiento creativo era fruto de la realización de un cálculo por lo que trabajó en la hipótesis de que era posible construir una máquina que generara ideas por sí sola. Dicho artilugio estaría amparado en la utilización de un «lenguaje universal» que, mediante combinaciones, pudiera engendrar todo el pensamiento humano. Al igual que en el libro «Ars Magna» de su antecesor catalán, Llull exponía en la época de la fundación de la octogenaria Universidad de Salamanca, que «del mismo modo que la escritura y la lectura, también el juicio y la invención deben poseer sus propios elementos».
Nube en Jaula (Madoz)
Nube en Jaula ( Chema Madoz)

Por mucho que avancemos en la invención de máquinas, lenguajes o sistemas expertos que nos ayuden a calcular, combinar o a permutar objetos, estimo que es imposible que lleguen a dotarse de la creatividad que brota de las fotografías de artistas como Madoz. Nada, lejos del ser humano, puede combinar de manera nueva, una escalera de cemento con una de madera para crear un universo original de la misma manera que una máquina puede producir algo que no existe. La máquinas, como decía el profesor informático del MIT (Massachusetts Institute of Technology) Minsky, son inteligentes desde el momento que llevan a cabo tareas que, de ser hechas por hombres, serían consideradas inteligentes pero, incluso los grandes algoritmos o las computadoras de ajedrez invencibles como «Deep Blue«, no pueden superar ni competir con la creatividad humana.

La creatividad se siembra en el terreno de lo desconocido, de lo que no existe, de lo que no se puede predecir. Cuando creamos, se transciende lo material, transformamos el universo que contemplamos y «recreamos» lo que vemos para nosotros y nuestros congéneres. No conozco máquinas valientes. Para ser creativos e innovar se necesita coraje, valor y ser procreadores, es decir, ir por delante de nuestra creación, de nuestros hijos, de nuestros proyectos.
Somos creativos cuando no hay pretensión (algo nocivo para lograrlo). La creación tiene que brotar de forma natural por la inteligencia regalada que nos inspira y que nos permite generar algo más que lo simplemente divergente. La Naturaleza nos fecunda, fertiliza el pensamiento lateral que nos permite mirar las cosas en un espejo convergente. El resultado nos tiene que facultar para recrearnos ante la maravilla ingeniada, el encuentro inesperado, la sorpresa creativa.
El hombre creativo lucha contra lo establecido, contra el «status quo», contra un sistema que provisiona de forma alicuota a todos sus miembros. La creatividad se enmarca en el futuro, en lo que está por venir, en lo imaginado. Por eso, parafraseando a Juan Pablo II, no debemos tener miedo a enfrentarnos a lo que somos, a superar nuestras barreras y embarcarnos en lo desconocido.
Para ser creativos tenemos que dejar a un lado la soberbia y la arrogancia de éxitos pasados y someternos al desengaño del presente que nos aboca a ser, en cada proyecto, principiantes, novatos, como mucho, amateurs. Con esta mentalidad, se nos abre siempre un mundo de posibilidades. Así lo hizo nuestro insigne inventor zaragozano Manuel Jalón que se abrazó al absurdo para inventar la fregona o comprendió el curso de la vida y su sencillez para transformarla en algo fecundo con su jeringuilla desechable.
La creatividad radical o disruptiva no tiene que estar vedada a las pymes sólo por no tener recursos o ir dedicada a mercados más tradicionales o locales. Visité hace tiempo una empresa familiar en segunda generación del sector de la pastelería y su gerente afirmaba, con rotundidad escéptica, que ellos no podían revolucionar el mercado, ni internacionalizarse ni hacer evolucionar de forma natural sus productos, ya que tenían que esperar al cambio generacional. El verdadero cambio es generar ecosistemas innovadores con el fin de provocar esa ruptura con el orden establecido.
Este encuentro trajo a mi memoria la historia de una empresa familiar de confiteros de un pequeño pueblo asturiano, Villamayor. Un tal Enric Bernat intentó enderezar la situación de la fábrica y, cuando estaba pensando en los palos y las varas necesarias para lograr tan noble propósito, hizo un pequeño análisis del entorno y de su producto y observó que no tenían un producto diseñado para sus principales clientes, los niños. Utilizó Visualthinking para ver que su producto no les cabía bien en la boca,  para contemplar cómo se ensuciaban las manos al consumirlo y para imaginar los problemas colaterales que tendrían con sus madres.
Bernat utilizó una metodología sencilla que consistía en combinar la quejas de los usuarios con sus necesidades para rastrear la posibles ideas que pudieran transformar el modelo de negocio. Personalmente considero que esta empresa es una de las primeras muestras en España de saber transformar una mentalidad de producto en una de servicio produciendo una ruptura con el negocio original o tradicional.
Sin embargo, lo que más admiro de esta empresa catalana, es que su cultura ha evolucionado y se ha orientado hacia la innovación a pesar del éxito comercial. Fue una de las primeras empresas españolas que se internacionalizó con hitos como: invertir una millonada en su identidad corporativa diseñada por Salvador Dalí, poner una planta distribuidora en San Peterburgo (marketing gratuito a todo el Planeta cuando los astronautas rusos degustaron el caramelo en la estación espacial MIR) y, al final del siglo pasado, lanzó el Smint, un dulce sin azúcar para adultos. Su seña de identidad, la sencillez, corroborada en su campaña de publicidad más famosa: «Es redondo y dura mucho, Chupa Chups«.
Escaleras (Chema Madoz)
Escaleras (Chema Madoz)

Decíamos ayer, Creer para Crear

Decimos hoy, Crear para Mejorar

Diremos mañana, Mejorar para Crecer

 
Alberto Saavedra
 Socio Director

www.imita.es

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